JUAN FLÓREZ DE OCÁRIZ

AUTOR DE LAS "GENEALOGÍAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA"

© José Carlos García Rodríguez

Juan Flórez Ocáriz
Pintura de Delio Ramírez en la Pinacoteca de la
Academia Colombiana de la Historia.




Juan Flórez de Ocáriz, en su calidad de Escribano de Cámara y Mayor de la Gobernación del Nuevo Reino de Granada, fue custodio de los archivos de la Real Audiencia de Santa Fe. Haciendo uso de tan inmensa información, Flórez de Ocáriz escribió las Genealogías del Nuevo Reino de Granada, un valioso y preciso documento histórico que nos permite conocer en profundidad la conformación de la América Hispánica desde su mismo nacimiento, así como el origen de sus gentes y cómo fue, de hecho, la organización administrativa y política de las tierras americanas frente a la Corona de España.


Juan Flórez de Ocáriz, cuarto hijo del matrimonio formado por Domingo García Flórez y Micaela Ochoa Olariega y Ocáriz, ambos pertenecientes a familias hidalgas, nació en Sanlúcar de Barrameda el 5 de septiembre de 1612. Cuenta el propio Flórez Ocáriz que, huérfano a los catorce años, embarcó en el puerto de Sanlúcar con rumbo al Nuevo Reino de Granada atendiendo la invitación que le fuera hecha por su tía materna, Juana Ochoa Olariega, esposa de Juan de Solaguren, Contador de la Real Hacienda, quienes recibirían al joven emigrante a su llegada a Santa Fe de Bogotá el 7 de octubre de 1626.

     Durante sus primeros años en las Indias, Juan Flórez de Ocáriz se desempeñó en la Contaduría a cargo de su tío, permitiéndole viajar entre Santa Fe, Cartagena, Santa Marta y la isla de Santa Catalina hasta que en 1634 realiza un viaje a España del que regresaría dos años más tarde.

     De nuevo en Santa Fe, Ocáriz consiguió la plaza de Cobrador de las Reales Rentas en las provincias de Cartagena y Santa Marta y la ciudad de Zaragoza, oficio que más tarde cambió por el de conductor de las remesas en metálico del Nuevo Reino que periódicamente se enviaban a Cartagena de Indias para desde allí embarcarlas en la flota de galeones con destino a España.

    En 1641 Flórez de Ocáriz es Veedor y Contador de vestuarios y municiones de las tropas que condujo el general Francisco Díaz Pimentel para iniciar la reconquista del archipiélago de San Andrés que había caído en manos de ingleses y holandeses. Tras la victoria de Díaz Pimentel, Ocáriz realiza un nuevo viaje a España, retornando a Santa Fe en 1642, año en que es nombrado capitán de Infantería durante la guerra con los indios chocoes, aunque no llegaría a participar en ella.

Libro Primero de las Genealogías del
Nuevo Reino de Granada

(Universidad de Sevilla)
   Flórez de Ocáriz contrae matrimonio en Santa Fe el 10 de enero de 1644. La novia, que tan solo cuenta con doce años de edad, es Juana Paula de Acuña y Angulo, hija de Francisco Fernández de Acuña, Caballero del Hábito de Santiago quien después de haber prestado valiosos servicios a la Real Corona en tierra y en mar, llegó al Nuevo Reino de Granada con el título de Gobernador de la Provincia, empleo que ejerció desde 1629 hasta 1634, para terminar como Contador de Cuentas Reales, cargo que ocupaba a su muerte.

    Juana Paula de Acuña aporta como dote al matrimonio la mitad del oficio de Escribano de Cámara y Mayor de la Gobernación del Nuevo Reino de Granada. Este oficio, del que Juan Flórez de Ocáriz toma posesión el 18 de enero de 1644 y le sería confirmado el 13 de agosto de 1647, pertenecía a la novia por donación hecha por su abuelo, el capitán Angulo Velasco, quien lo tenía por Privilegio del Rey. A este respecto, escribe el historiador Enrique Otero D’Costa:

    Definido el punto económico vino el trance matrimonial, que se cumplió el 10 de enero de 1644 y luego, habiéndose arreglado lo necesario con el abuelo Angulo Velasco, hizo el viejo Capitán dejación de su Escribanía Mayor en favor del novio, con lo cual, ocho días después del matrimonio, o sea el 18 de enero de 1644, entraba nuestro don Juan en posesión del muy honroso cargo de Escribano de Cámara y Mayor de la Gobernación del Nuevo Reino de Granada.

     La Real Audiencia de Santa Fe, creada a partir de los territorios de Colombia, de Venezuela y de Ecuador, además de parte del Perú, de los actuales territorios de Surinam, Guyana y Guayana Francesa, Panamá, la costa oriental de Costa Rica y de Nicaragua, poseía en sus archivos una enormidad de documentos administrativos, judiciales, religiosos y de otorgamiento de encomiendas, hidalguías y algunos títulos nobiliarios. También se conservaban aquí los documentos relacionados con la fundación de las primeras ciudades y con los hechos que llevaron a la formación de las primeras fases de la América española. Estos son los archivos que pasan a la custodia de Flórez de Ocáriz y que él supo utilizar para escribir las Genealogías del Nuevo Reino de Granada a instancias y por encargo del Cabildo de Santa Fe.

Libro Segundo de las Genealogías del
Nuevo Reino de Granada

(Biblioteca de la Academia Colombiana de la Historia)


    El libro manuscrito de Flórez de Ocáriz se envió a España el 19 de octubre de 1672 para su aprobación real y su publicación. Junto a la obra se acompañaban 2.000 patacones, con la advertencia de que si esta cantidad no fuera suficiente, se tomara un préstamo para la edición, a interés ordinario y corriente, pagadero en la ciudad de Cartagena en el plazo que se acordase. A Ioseph Fernández de Buendía, de Madrid, se le encargó la impresión de la obra de Ocáriz que fue favorecida por Real Cédula de julio de 1673. El primer tomo se imprimió en 1674 y el tomo segundo dos años más tarde.


Casa de Juan Flórez de Ocáriz, también conocida como Casa de los Comuneros,
en el casco histórico de Santa Fe de Bogotá (Colombia).
     Las Genealogías del Nuevo Reino de Granada representan uno de los documentos más precisos e interesantes de la historia de la América hispana. Arranca el primer tomo, de 274 folios, con los datos generales sobre las primeras y más notables exploraciones y conquistas del territorio. Aquí se encuentran los árboles genealógicos de los tres fundadores de Santa Fe de Bogotá –Jiménez de Quesada, Galeano y Suárez Rendón- así como la relación de las primeras ciudades que se fundaron.

     En el segundo tomo formado por medio millar de folios, Juan Flórez de Ocáriz nos cuenta con todo detalle los hechos históricos acaecidos en Nueva Granada en el contexto de los árboles genealógicos de cuarenta conquistadores notables, formando la más completa relación de biografías de los personajes que brillaron en el Nuevo Reino y que serviría de fuente para posteriores historiadores. Aquí encontramos los troncos de las primeras familias de la Nueva Granada que habrán de tener un papel predominante en el desarrollo social y económico en los siglos siguientes.
Nicolás Flórez de Acuña,
hijo de Juan Flórez de Ocáriz,
fue canónico doctoral y
abogado de la Real Audiencia
de Santa Fe.

   Aparte de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada, su obra más trascendental, Ocáriz fue autor de un Tratado de las Encomiendas del Nuevo Reino de Granada, desde su origen hasta 1671; de la obra en dos volúmenes Recopilación de las Ordenanzas Reales, Cédulas y Autos de Buen Gobierno correspondientes a la Real Audiencia de Santa Fe, perdida al enviarse a España para su aprobación; y del manuscrito titulado Aparición y milagros de la Santísima Virgen de Chiquinquirá. En 1666 Ocáriz unió a sus oficios el cargo de alcalde ordinario de la ciudad de Santa Fe.

   Del matrimonio de Juan Flórez de Ocáriz y Juana Paula de Acuña nacieron dos hijas y ocho hijos de los que varios de ellos ocuparon cargos relevantes. Así, José, el primogénito, fue militar y contador de cuentas del Tribunal de Santa Fe; Martín Jerónimo fue relator de la Real Audiencia; y Nicolás, canónico doctoral y abogado de la Real Audiencia.

   Muy enfermo, Juan Flórez de Ocáriz redactó su testamento y manifestó sus últimas voluntades ante el escribano Real, Juan de Escobar, el 18 de julio de 1692. Pocos días después, el 12 de agosto de aquel año, Ocáriz fallece en su casa de Santa Fe de Bogotá.

     Sobre Ocáriz dejó escrito Enrique Otero D’Costa:

    Si la muerte redujo a la nada la figura del buen hidalgo, en cambio ella no puede acabar con su memoria, y al cerrarse la tumba se abrió la cuna de la inmortalidad.

   Pereció la memoria de miles y miles de contemporáneos de Flórez de Ocáriz que en aquellos lejanos tiempos brillaron por sus posiciones oficiales, por sus riquezas, etc. Hoy de muchos de estos nombres (cuya suerte envidiaría el mismo Ocáriz) apenas si resta alguna borrosa huella, cuando no el olvido total. En cambio, el nombre de Juan Flórez de Ocáriz, que ocupara un lugar tan opaco, al lado de esos personajes, brilla y esplende con propia y brillante luz en el cielo de nuestra patria y en el libro de oro de nuestra literatura.


Artículo extractado del Libro "SEMBLANZAS SANLUQUEÑAS"



FERNANDO HERMOSO MARÍN

EL GRAN REFERENTE DE LA COCINA SANLUQUEÑA


© José Carlos García Rodríguez




La personalidad cocinera de Fernando Hermoso Marín ha marcado el límite entre el antes y el después de la realidad gastronómica de Sanlúcar de Barrameda. Mucho le debe a Fernando el general reconocimiento y la trascendencia lograda por una cocina que hunde sus raíces en el recetario de la antigua marinería y que él, con imaginación y un gran aprecio por lo propio, ha sabido interpretar de forma magistral en su restaurante Casa Bigote.

De la cocina marinera de Casa Bigote, alabada sin tapujos por las publicaciones especializadas de mayor rigor en todo el mundo, se dijo que mereció más espacio y atención en el New York Times que el mismísimo 23-F. Galardonada con importantes premios y reconocimientos, algunos de ellos de carácter internacional, la cocina de Fernando Bigote es una de las mejores propuestas culinarias de la Baja Andalucía, la más gustosa carta de presentación sanluqueña y, sin lugar a discusiones, la invitación más consciente que mueve a visitar la ciudad. 


Desde muy niño tuvo Fernando Hermoso la ocasión de relacionarse con la gente de la mar. En 1951, cuando apenas contaba con siete años, su padre, Fernando Hermoso Orcha, se había hecho cargo de una taberna en Bajo de Guía donde se reunían los marineros a la hora del zafo, nombre que recibía el particular reparto de haberes de las tripulaciones cuando las faenas marineras, tras la venta del pescado, habían llegado a su final. Su madre, Concha Marín, era una magnífica cocinera capaz de hacer maravillas con el rape, el choco o las acedías y era de general conocimiento que en casa de los Hermoso Marín se comía francamente bien.


     Sin embargo, a pesar de la dedicación paterna y al enorme saber culinario de doña Concha, Fernando no habría de dar muestras de mucho apego ni por la hostelería ni por la cocina hasta pasados unos años. No fue hasta finales de la década de los sesenta, al trasladarse las actividades pesqueras sanluqueñas al puerto de Bonanza, cuando Fernando y su hermano Paco reforman la taberna e introducen la posibilidad de que los clientes puedan degustar tapas y raciones de pescado. Unos años más tarde se amplía el negocio con un pequeño comedor aledaño. De la cocina se hace cargo Fernando, responsabilizándose Paco de la sala. De esta forma se iniciaba la que habría de ser brillante historia del restaurante Casa Bigote.
Fernando Hermoso Orcha en su antigua taberna.
Su bigote a lo Errol Flynn dio nombre al establecimiento.
     

     Con una cocina fundamentada en el recetario marinero de toda la vida, Fernando Hermoso, haciendo uso de los mejores pescados de la costa de Sanlúcar, va poco a poco ampliando la carta y adecuándola a gustos más actuales aunque sin perder los modos que han sido tradicionales. Su cocina marinera convence y no tardan en llegar los parabienes de los críticos y de la prensa especializada. Y tampoco se hacen esperar los premios y los reconocimientos.

Fernando Hermoso junto al autor de este artículo en la Bodega de
San Ginés del Consejo Regulador de los Vinos de Jerez.
      



   Prontamente admitida como miembro del Club de Oro de la Mesa Andaluza donde se agrupan los veinte restaurantes de mayor prestigio de Andalucía, Casa Bigote empieza a aparecer en las guías más solventes –Campsa, Repsol, Cepsa, Michelín...-, ocupando siempre los primeros puestos entre sus recomendaciones. Fernando incluso sería invitado por Elena Santonja a su popular programa Con las manos en la masa para hablar de su cocina y practicarla ante las cámaras de TVE. “De la importancia de la cocina de Fernando Bigote –dejó escrito el inolvidable Manolo Vidal- dice mucho que el New York Times le dedicase a su restaurante más espacio que al mismísimo 21-F”.

     
Los hermanos Fernando y Paco Hermoso, junto a la alcaldesa
de Sanlúcar, Irene Macías, el día en que recibieron
la Medalla de Oro del Trabajo.
     


   El éxito y la fama creciente de Casa Bigote obliga a sus propietarios a abordar sucesivas ampliaciones del establecimiento para poder atender la demanda de una clientela que es cada día más numerosa. En la actualidad el restaurante cuenta con dos salones con capacidad total para acoger a unos 200 comensales. Un acierto fue mantener con su primitiva decoración la antigua taberna cuya barra, donde alternan parroquianos de toda la vida con las más insospechadas personalidades, es una de las más animadas de Andalucía.

       Con el paso de los años, el enorme trabajo desarrollado por Fernando y su equipo, siempre guiados por la excelencia y la profesionalidad, encumbran al restaurante sanluqueño como referencia inexcusable de la mejor cocina marinera de España. Un trabajo que sería reconocido con la concesión de la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo que Fernando y Paco reciben en Cádiz el 12 de diciembre de 2011 de manos del también sanluqueño Luis García Garrido, por entonces Delegado del Gobierno en Andalucía.


     En octubre de 2017, tras aparecer durante veinte años consecutivos en la guía Michelín, Casa Bigote recibe la distinción Bib Gourmand, un reconocimiento a restaurantes de excelente calidad a precio asequible y que está considerado como antesala a la concesión de la primera estrella de Michelín, situando al establecimiento de Fernando Hermoso junto a los más grandes restaurantes de España. A la entrega de este premio en un acto celebrado en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles, en Madrid, acudió Fernando junto a su hijo César quien ya empezaba con gran acierto a tomar responsabilidades en la cocina. 
   
Fernando Hermoso con sus hijos César (izqda.)  y Fernandi (centro), tercera generación de Casa Bigote.
       
     Casa Bigote, caracterizado por la excepcional calidad de sus pescados y mariscos y famoso en todo el mundo por sus langostinos, fue el primer establecimiento en recibir el sello de la marca Langostino de Sanlúcar, un distintivo que garantiza su origen y que el producto que se ofrece es en verdad este marisco. La Cofradía de Pescadores de Sanlúcar es la que concede esta garantía de calidad certificada y vigila el estricto cumplimiento de los requisitos que deben cumplir los establecimientos a los que se otorgue el distintivo. Además de ser un reconocimiento a un producto de calidad, la marca servirá para poner en valor el verdadero langostino de Sanlúcar y evitar la competencia desleal y los fraudes al consumidor. 

     Fernandi y César Hermoso Mellado, los hijos de Fernando, garantizan la continuidad y el estilo inconfundible de Casa Bigote. A Fernandi, como jefe de sala y competente sumiller, y a César, en la cocina, corresponde mantener y engrandecer el legado de su padre, uno de los magníficos de la cocina andaluza, partícipe por derecho propio de lo que se ha dado en llamar "milagro gastronómico español", superador de antiguas incomprensiones y mala prensa. Un milagro cuyo secreto no ha ido más allá de la necesidad ampliamente satisfecha, de poner al día y adecuar a los gustos renovados los platos de una cocina que ha creado memoria. No es extraño que el mayor disfrute culinario de Fernando Hermoso Marín le sea proporcionado por las berzas y los potajes de toda la vida que le prepara su mujer, Gloria Mellado.


Artículo extractado del libro "SEMBLANZAS SANLUQUEÑAS"




JUAN RODRÍGUEZ ROMERO

PIANISTA, COMPOSITOR Y DIRECTOR DE ORQUESTA


© José Carlos García Rodríguez




El curriculum del músico sanluqueño Juan Rodríguez Romero es, en verdad, impresionante: director de orquesta, pianista, compositor, catedrático emérito del Conservatorio Superior de Música "Manuel Castillo" de Sevilla, académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid… Creador de festivales y de concursos internacionales de música, Rodríguez Romero ha sido profesor de la Volksmusikschule de Berlín/Neukölln, del Mozarteum, donde fue director titular de su orquesta, la Musiziergemeinschaft. Ha trabajado, entre otras orquestas, con la  Sinfónica de Berlín y la Camerata de Budapest y ha sido director de la Coral de Sevilla. 

Entre los numerosos galardones y reconocimientos que le han sido otorgados durante su larga dedicación a la música se encuentran el Premio “Joaquín Turina” del Ayuntamiento de Sevilla (1969), el Premio Nacional de Composición “Manuel de Falla” (1975), la "Insignia de Oro" del Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda (2002), el Premio “Gaditano del año” del Ateneo de Cádiz (2002) y el "Premio de Cultura" otorgado por la Junta de Andalucía por su destacada labor musical en la provincia de Sevilla (2008). Un teatro, el de Dos Hermanas, ciudad en la que Rodríguez Romero creó el Concurso Internacional de Clarinete, el único certamen de esta especialidad que se celebra en España, lleva el nombre del músico y compositor de Sanlúcar.

Juan Rodríguez Romero nació en Sanlúcar de Barrameda el 24 de junio de 1947. Su formación musical la inicia al ingresar en el Conservatorio Superior de Música de Sevilla donde estudia ocho cursos de solfeo y cinco de piano en tan sólo cuatro años. De esta etapa el músico recuerda que disponía de dos grabadoras que instalaba en las clases a las que no podia asistir por coincidirles en un mismo horario. En 1969, año en que el Ayuntamiento de Sevilla le concede el premio “Joaquín Turina” en la modalidad de piano, Rodríguez Romero llega a Salzburgo con objeto de perfeccionarse como músico y buscar su propio estilo.

       El final de sus estudios en Austria, en 1974, coincide con la muerte de su padre. En el Hochschule für Musik Mozarteum de Salzburgo Juan Rodríguez Romero había obtenido los títulos superiores de Piano, Composición y Dirección de Orquesta. Posteriormente recibiría el Título de "Magíster der Künste" y continúa estudiando piano con Angeles Rentería y W. Wolf, composición con Manuel Castillo, Nadia Boulanger y Cristobal Halffter, y dirección con G. Wimberger, Celibidache y Suitner, entre otros. También realiza cursos con P. Badura-Skoda, Y. Lefebure, D. Kraus, W. Klien o L. Gousseau. De estos años son sus primeras composiciones: Tres piezas para piano, Tres canciones, sobre textos de García Lorca, y Concierto para piano y orquesta.

Juan Rodríguez Romero saluda tras dirigir un concierto.
       En 1975, año en que recibe el Premio Nacional Manuel de Falla por su obra Cuarteto de cuerda en 3 tiempos, Rodríguez Romero se hace cargo como director titular de una joven orquesta, la Musiziergemeinschaft del Mozarteum de Salzburgo, formada por médicos, ingenieros y otros profesionales. Y siguen las composiciones: Dos burlescas para clarinete, fagot y piano, El niño y el hombre, con textos de Vicente Aleixandre,…

     Rodríguez Romero ofrece conciertos en toda Europa y en Estados Unidos como director de orquesta y de óperas al frente de las orquestas Sinfonietta de Hamburgo, Sinfónica de Berlín, Mozarteum de Salzburgo, Filarmónica Checa de Cámara y Camerata Budapest. Tras recorrer los más prestigiosos foros musicales internacionales regresa a Andalucía donde se dedica a enseñar y difundir la música no solamente en su condición de catedrático del Conservatorio Superior de Música "Manuel Castillo" de Sevilla, sino también a través de las aulas, programando conciertos y festivales, llegando a ser un pilar fundamental del ambiente musical sevillano y andaluz a lo largo de más de cuarenta años. En 1977 accede a la dirección de la Asociación Coral de Sevilla en la que permanecerá hasta 2004. 
Teatro Municipal “Juan Rodríguez Romero” en
Dos Hermanas (Sevilla)


     En Dos Hermanas crea el Concurso Internacional de Clarinete “Ciudad de Dos Hermanas”, el único certamen de esta especialidad que se celebra en España, iniciando una gran relación artística con esta localidad sevillana que pondrá el nombre del músico sanluqueño al nuevo teatro municipal de la ciudad -Teatro Municipal Juan Rodríguez Romero- por decisión unánime del pleno de su Ayuntamiento.

  También Sanlúcar de Barrameda estará muy presente entre las inquietudes artísticas de Juan Rodríguez Romero. En su ciudad natal crea en 1980 el Festival Internacional de Música Clásica “A Orillas del Guadalquivir”, que dirigirá durante muchos años, y funda el Conservatorio “Joaquín Turina” (1982) del que es nombrado director honorario en 1992. 

Juan Rodríguez Romero, al piano, y la guitarrista
María Esther Guzmán, en un concierto del Festival
Internacional de Música A Orillas del Guadalquivir (2015)
        En 1995, con motivo de la conmemoración del "150 aniversario de las Carreras de Caballos en la playa de Sanlúcar", Juan Rodríguez Romero compone la obra Caballos, Luz y Mar, una fantasía para piano y orquesta de cuerda. En 2002 el Ayuntamiento de Sanlúcar lo disntingue concediéndole la Insignia de Oro de la ciudad.
El niño y el hombre. Canciones 
para soprano (tenor)y piano. 
Con textos de Vicente Aleixandre.
Obra de Juan Rodríguez 
Romero (1979).

    En su incansable actividad, Juan Rodríguez Romero intenta en 2002 la creación en nuestro país de un nuevo festival anual de carácter internacional. En este caso se trataba del Festival Internacional de Trompeta, el primero de este tipo a celebrar en España. Concebido como una gran fiesta internacional dedicada a este instrumento musical, Rodríguez Romero organiza el evento en colaboración con el municipio de Calviá aunque, debido al cambio de orientación política en aquel ayuntamiento mallorquín, únicamente se celebra una edición en abril de 2003.

      Con motivo de su jubilación como catedrático, Juan Rodríguez Romero recibió el 26 de mayo de 2017 un homenaje durante el concierto de clausura de la temporada 2016/17 de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Universidad y el Conservatorio Superior de Música de Sevilla en un acto celebrado en el auditorio de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Isla de La Cartuja. Para la ocasión se interpretó la Misa In Angustiis de Joseph Haydn, conocida también como Misa de Lord Nelson. El apartado coral de esta pieza corrió a cargo del Coro de Regina Coeli, el Coro de Cámara del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo, el Coro del Ateneo de Sevilla y el Coro Manuel de Falla. Previamente, la orquesta había interpretado el Concierto para piano y orquesta, compuesto por Juan Rodríguez Romero y que él mismo dirigió.

OBRAS DE JUAN RODRÍGUEZ ROMERO:

1.- Concierto para piano y orquesta.
2.- 2 Burlescas para clarinete, fagot y piano.
3.- Caballos, luz y mar.
4.- Cuarteto de cuerdas en 3 tiempos. (Premio Nacional Manuel de Falla, 1975)
5.- El niño y el hombre. (Con textos de Manuel Aleixandre)
6.- Tres canciones. (Con textos de Federico García Lorca).
7.- Tres piezas para piano.


BIBLIOGRAFÍA:

PÉREZ GUTIÉRREZ, Mariano: Diccionario de la música y los músicos, tomo III, Ediciones Istmo, Madrid, 2000.

PIÑERO GARCÍA, Juan: Músicos españoles de todos los tiempos, Tres, Madrid, 1984.

SÁNCHEZ, Marina: Rodríguez Romero, Juan. En: Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana. Madrid: SGAE, 1999-2002, vol. 9, p. 317.

Artículo extractado del libro:





JOSÉ MARÍA DELGADO Y MENESES

UN MINIATURISTA SANLUQUEÑO EN LA CORTE DE MADRID


© José Carlos García Rodríguez


Miniatura de la reina María Luisa de Borbón
Parma, realizada por José María Delgado y Meneses.
(Colección particular)



José María Delgado y Meneses, formado en su Sanlúcar natal en un taller de platería, llegó a ser el miniaturista de preferencia en la Corte de Carlos IV y, muy especialmente, de la reina María Luisa de Parma. Aunque realizó numerosos pequeños retratos para la familia real y para destacados miembros de la aristocracia madrileña, las más significativas miniaturas de Delgado y Meneses son las que realizó a sus nietos, los hermanos Miralpeix Delgado-Meneses, en las que el pintor deja traslucir la dilección que sentía por aquellos niños. Estas obras infantiles que supusieron el paso del artista al Romanticismo serían heredadas de su abuelo por Carmen Miralpeix Delgado-Meneses quien, a su muerte, las legó a su sobrino Pedro Sarrais cuyos descendientes, a su vez, ofrecieron estas joyas al Museo Nacional del Romanticismo donde hoy podemos contemplarlas.

Dentro de la colección de miniaturas del Museo Nacional del Romanticismo destaca el conjunto formado por las diez obras infantiles de José María Delgado y Meneses que se conservan en este museo madrileño. Esta serie de pinturas en las que el artista sanluqueño representa a sus descendientes más jóvenes, fueron realizadas a lo largo de casi veinte años sobre marfil y en formato cuadrangular. En ellas, además de ofrecernos un interesante álbum familiar y todo un testimonio de la época, su autor hace gala de una gran firmeza en el dibujo y denota su maestría en el uso del color.

Dama madrileña con vestido
estilo Imperio (1806)
Colección particular.
Hasta no hace muchos años la biografía de José María Delgado y Meneses nos era prácticamente desconocida, hasta tal punto que el mismo Manuel Ossorio y Bernard en su Galería Biográfica de Artistas Españoles del siglo XIX no nos aclara mucho de su vida, limitándose a decir:

Residente en Madrid durante el primer tercio del siglo, dedicado especialmente al retrato. Aunque manejó de preferencia la pintura al óleo, hizo también algunas miniaturas muy apreciables, siendo notable entre ellas una copia del cuadro de Santa Isabel, de Murillo. (1)

Retrato de Manuel Miralpeix Delgado
Meneses (Museo Nacional del Romanticismo)
Ezquerra del Vayo (Exposición de la miniatura-retrato en España, 1916) y Sánchez Cantón (Catálogo de las pinturas del Instituto Valencia de Don Juan, 1923) nos ofrecen alguna información sobre el miniaturista de Sanlúcar, aunque muy escasa y poco fiable. Todos los datos biográficos más recientes que poseemos de Delgado y Meneses coinciden en afirmar que su nacimiento en Sanlúcar de Barrameda tuvo lugar el año 1764, hijo de Lucrecio Delgado y Meneses y de Gertrudis Garzón Ponce de León. Y también sabemos que en Sanlúcar se formó en platería y que con veinte años se produce su traslado a Madrid. En la capital de España se matricula en la Academia de San Fernando, especializándose con posterioridad en pintura de miniaturas para lograr erigirse en uno de los más destacados miniaturistas que trabajaban en Madrid al iniciarse el siglo XIX. Por entonces las miniaturas representaban la faceta más íntima de la pintura ya que, en general, estas obras minúsculas pertenecían a la esfera de la vida privada, aunque también llegarían a desempeñar una función de Estado ya que a través de ellas se daban a conocer los monarcas. 

Durante los años en que el retrato en miniatura alcanzó su mayor auge en España -una etapa que comprendió desde finales del reinado de Carlos III hasta el inicio de la Guerra de la Independencia-, la nobleza se hacía pintar por miniaturistas para regalar a sus familiares y amigos estos retratos montados en marcos de oro o plata, incluso con pedrería e incrustación de alhajas en cajas de marfil, concha y esmaltes o decorando objetos de tocador, relojes de sobremesa o joyeros.

Miniatura de Fernando VII.
Colección particular.
La obra de Delgado y Meneses empezó pronto a ser apreciada por las clases altas y aristocráticas. En el Diario de Madrid del día 23 de enero de 1788 se anuncia la pérdida, en el trayecto que iba de Mesón del Peine al Estanco Real, de una cartera conteniendo once miniaturas, entre ellas algunos diseños, siendo los más conocidos los retratos de los excelentísimos señores condes de Floridablanca y Aranda. “Se entregará -se indica en el anuncio- en la Plazuela de San Ildefonso número 9, 2º, preguntando por don José Delgado Meneses, a quien hace suma falta estas pinturas para su estudio”. 

Al iniciarse el siglo XIX el artista sanluqueño logra introducirse en la corte de Carlos IV donde atiende los sucesivos encargos que le hace la reina Maria Luisa de Parma para decorar los joyeles o regalos diplomáticos con los que la familia real solía obsequiar a los embajadores extranjeros. Un primer retrato en miniatura y formato oval de la reina fue realizado por Delgado Meneses en el año 1804, conservado actualmente en el Instituto Valencia de Don Juan.

Durante los años anteriores a la invasión francesa, según consta en recibos conservados en el Palacio Real de Madrid, Delgado y Meneses realizó numerosas miniaturas, unas para la reina y otras por encargo de Manuel Godoy. Así, en 1806 pinta un retrato de la reina María Luisa para un medallón, más otros seis retratos idénticos. El año siguiente pinta cuatro cuadritos con sendos retratos del infante don Francisco y en 1808 realiza una miniatura con la efigie del rey de Etruria, otra de su hermana la Infantita y otra más de la hija de Godoy, así como seis retratos de diferentes miembros de la familia real, todos ellos destinados a decorar una escribanía.

Retrato femenino (1811). Museo del Prado.
Al finalizar la guerra contra Napoleón, José María Delgado realiza algunos trabajos para Fernando VII, entre ellos un retrato de este rey fechado en 1829 para un joyel que el monarca regaló a la condesa de Brunetti y por el que el artista sanluqueño percibió 1.500 reales. Durante estos años también estuvo dedicado a copiar en miniatura algunos cuadros de la Colección Real y de la Academia de San Fernando. Entre ellos una Venus (Academia de San Fernando) de Tiziano, El sueño del patricio Juan y su pareja El patricio revela su sueño al papa Liberio (Museo del Prado), ambos de Murillo, o Santa Isabel curando a los enfermos, también del maestro sevillano y conservado en el Hospital de la Santa Caridad de la capital hispalense. Todos ellos de notabilísima ejecución en ese difícil arte de reducir a pequeñas dimensiones los cuadros de los grandes maestros.

Retrato de Esperanza Miralpeix, nieta del artista.
Museo Nacional del Romanticismo.
Sobre las miniaturas que José María Delgado y Meneses realizó a sus nietos escribe Carolina Miguel Arroyo en El retrato infantil en la miniatura del Museo del Romanticismo:

Las imágenes de sus nietos se nutren de pinceladas azuladas que consiguen emular el tono de la joven piel al ser aplicado con delicadeza sobre el marfil. En fechas tempranas, hacia 1825, encontramos los retratos de Manuel y Carmen Miralpeix, en los que el autor se vale de los recursos del retrato infantil. Ambos aparecen inmortalizados al aire libre, en un paisaje idealizado con vegetación y azulado cielo, y se acompañan de atributos como flores, frutos o juguetes, iconografía que enfatiza el carácter ingenuo y la frescura propia de la niñez.  En 1827 José Delgado vuelve a retratar a su nieto Manuel. Han pasado dos años y Manuel Miralpeix se nos presenta ya como un estudiante, ataviado con una toga verde, un libro abierto y con una mirada seria, lejos de la candidez de su primera imagen. Inaugura el pintor con esta obra lo que será una constante en el resto de los retratos de este particular álbum familiar, el fondo neutro, que él trabaja con un magnífico rayado corto y una sutil iluminación. 

Hacia 1838 el orgulloso abuelo retrata a sus nietas Carmen, Rosa y Esperanza. Las tres composiciones son muy semejantes. Las hermanas llevan el mismo vestido, de escote recto y mangas con tres volantes bajo drapeado, cambiando únicamente las tonalidades de los mismos y los detalles de la blonda. Las mayores, Rosa y Esperanza, visten con tonalidades más frías, y ambas lucen igual peinado, con raya en medio y moño trenzado alto dejando caer dos tirabuzones que enmarcan los rostros. Rosa luce pendientes de oro, haciendo alusión a su mayor edad, aspecto que el autor ha destacado aplicando un fondo más oscuro que el de sus hermanas. El retrato de Carmen es de una belleza y delicadeza sin igual. Las tonalidades cálidas y el fondo más luminoso aportan un tono dulce a la imagen de la niña. La iconografía vuelve a subrayar el carácter de esta miniatura, ya que Carmen sostiene delicadamente una rosa en la mano, y adorna su cabello con otra flor.

Cronológicamente, el último retrato infantil de la familia Miralpeix Delgado es el de Gonzalo, pintado hacia 1840. Además de acompañarse con flores, sostiene un gorrión contra su pecho, de nuevo aludiendo a la ingenuidad y juventud. Con este retrato Delgado Meneses cierra las páginas de este particular álbum con el que nos hace partícipes de su expresión más romántica. (2)

Delgado y Meneses, quien permaneció activo hasta más allá de los 80 años, falleció en Madrid en 1855, sin que podamos precisar el día exacto de su muerte.



NOTAS:

(1) OSSORIO Y BERNARD, Manuel: Galería Biográfica de Artistas Españoles del Siglo XIX, Imprenta Ramón Moreno, Madrid, 1868, p. 168.

(2) MIGUEL ARROYO, Carolina: La pieza del mes: El retrato infantil en la miniatura del Museo del Romanticismo, Museo del Romanticismo, Madrid, Enero de 2012, pp. 13-17.


"SANLÚCAR INFORMACIÓN", 9 de abril de 2021