DIEGO DEL CORRO Y SANTIAGO

ARZOBISPO DE LIMA Y OBISPO DE POPAYÁN

© José Carlos García Rodríguez


Diego del Corro. Iglesia Mayor Parroquial
de Ntra. Sra. de la O, Sanlúcar de Barrameda.




Tras estudiar en Roma y doctorarse en Teología en la Universidad de Sigüenza, Diego del Corro, con tan solo veintiún años, logró una canonjía en la catedral de Sevilla donde brilló en sus polémicas con la intelectualidad religiosa. Después, al ser nombrado obispo de Popayán, logró acabar con la situación de injusticia que se vivía en esta diócesis de Nueva Granada (actual Colombia) y que él mismo se ocupó de denunciar ante el Consejo de Indias. Años más tarde, en 1758, Diego del Corro pasaría a Lima para ocupar su sede arzobispal en la que habría de permanecer hasta su fallecimiento en 1761.

El nacimiento de Diego Bartolomé del Corro y Santiago, hijo de Diego del Corro, un militar de noble ascendencia, y de Josefa Santiago, tuvo lugar en Sanlúcar de Barrameda el 19 de septiembre de 1706. Criado desde niño en la piedad, el destino de Diego era la carrera eclesiástica. Enviado muy joven a Roma, Diego del Corro estudia en el seminario regentado por los jesuitas antes de regresar a España donde continuó su formación religiosa, licenciándose y doctorándose en Teología en la Universidad de San Antonio de Porta Coeli de Sigüenza. Con apenas veintiún años gana en concurso una canonjía en la catedral de Sevilla donde tendrá la oportunidad de polemizar con la intelectualidad religiosa hispalense, publicando su obra Dissertatio Theologica-Critica (1739). 

Antiguo grabado de la Catedral de Lima.
Después de trece años de permanencia en Sevilla, Diego del Corro parte hacia el Virreinato del Perú para ocupar un puesto de canónigo en la catedral de Lima. Sin embargo, al no existir vacante, opta por ejercer el curato en Cajacay y en Tauca hasta que en 1749, por fin, pasaría a ocupar su canonjía con la dignidad de Tesorero, primero, y después con la de Maestre Escuela.

Presentado por Fernando VI como obipo de Popayán, en el Virreinato de Nueva Granada, el papa Benedicto XIV ratificaría este nombramiento mediante bula fechada el 24 de enero de 1752. En su nuevo destino, tras realizar la obligada visita pastoral al obispado y comprobar la situación de la diócesis, Diego del Corro denunció ante el Consejo de Indias los graves problemas que aquejaban a los habitantes de Popayán, una situación derivada del caso omiso que hacían de las leyes reales tanto las autoridades civiles como religiosas.

Diego del Corro y Santiago
Del Corro arremetió con dureza contra los abusos cometidos contra la población negra, procuró la mejora de vida de los indios incluso alentando a los sacerdotes a que aprendieran su idioma, y pleiteó con éxito contra el virrey y el arzobispado. En cuando a su propia labor como obispo, puso todo su empeño en depurar la diócesis de los clérigos poco ejemplares, depuso a los curas y a los vicarios ineficientes y llegó a desenmascarar a los eclesiásticos que se apoyaban en leyes confusas para tramar negocios fraudulentos que les servían para apoderarse de las tierras y de las propiedades ajenas.

Carta Pastoral a los que pretenden ordenarse en su 
Arzobispado, por Diego del Corro y Santiago.



Seis años permaneció Diego del Corro al frente de la problemática diócesis de Popayán, hasta que por real cédula de 7 de diciembre de 1757 es propuesto, de nuevo por el rey Fernando VI, para arzobispo de Lima, siendo nombrado el 13 de marzo del año siguiente. La toma de posesión de la sede arzobispal limeña por Diego del Corro, el 27 de noviembre de 1758, coincide con la terminación de la segunda parte de las obras de reconstrucción de la catedral, muy dañada después de sufrir varios terremotos, cuyo interior fue inaugurado el 8 de diciembre de aquel año. Con este motivo se celebraron grandes solemnidades que el nuevo arzobispo aprovechó para dar por acabados los problemas que habían existido entre su antecesor, Pedro Antonio Barroeta y Ángel, y el virrey José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda.

Como primera medida después de su acceso al arzobispado de Lima, Diego del Corro se preocupó de la formación moral y el rigor doctrinario de los jóvenes aspirantes al sacerdocio, redactando un nuevo plan de estudios en el seminario de Santo Toribio del que nombró rector a Agustín de Gorrichátegui. Durante su etapa como arzobispo de Lima Diego del Corro dió a la imprenta sus obras Carta Pastoral a los que pretenden ordenarse en su arzobispado (1759) y Sermones (1761).

Tras visitar las parroquias y los conventos de Lima, Diego del Corro, quien pretendía conocer toda la geografía de su archidiócesis, organiza un largo viaje pastoral que le habría de llevar por todos los pueblos y rincones, falleciendo durante la realización del itinerario que se había marcado. La muerte del arzobispo se produjo cuando se encontraba en la localidad de San Jerónimo del Valle de Jauja, en la sierra central peruana, el día 28 de enero de 1761. Contaba con 54 años de edad.

José Antonio Manso de Velasco, 
conde de Superunda, Virrey del Perú.

Sobre la figura de Diego del Corro, el virrey del Perú José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, quien conoció bastante bien al sanluqueño durante su etapa de arzobispo en Lima, nos dejó escrito: 

El celo de restablecer la disciplina de la iglesia fue fervorosísimo. Predicó en la Catedral y en todas las parroquias, donde explicaba la Doctrina Cristiana, alentando a los párrocos a seguir su ejemplo. Nada mandó a sus eclesiásticos que no se ejecutase, porque era el primero que obedecía.
En la única Provisión que arregló de curatos vacantes presentó a los más antiguos y beneméritos sin colocar algunos de sus familiares; actuó con extrema formalidad en los exámenes para órdenes y beneficios sin admitir al gremio clerical menos apto. Corrigió con inflexible entereza a los delincuentes, evitando los escándalos y al mismo tiempo trató con suavidad a los reos, manifestando que perseguía los delitos, no las personas.

Los restos de Diego del Corro y Santiago, trasladados a Lima, se conservan en la cripta de la catedral limeña donde fueron depositados el 23 de agosto de 1770.



BIBLIOGRAFÍA:

GUILLAMAS Y GALIANO, Fernando: Historia de Sanlúcar de Barrameda, Madrid, 1858.

MENDIBURU, Manuel: Diccionario histórico-biográfico del Perú. Parte primera que corresponde a la época de la dominación española, tomo II, Lima, 1876.

PÉREZ DEL PRADO, Santiago: Don Diego del Corro: un sanluqueño en América, en “Sanlúcar y el Nuevo Mundo”, Patronato Municipal para la Conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, Sanlúcar de Barrameda, 1990.