© José Carlos García Rodríguez
José María de Casanova Palomino Moya y Sánchez López, tal era la filiación completa de nuestro personaje, nació en Sanlúcar el 10 de diciembre de 1847. Hijo único, pasó su primera infancia en su ciudad de nacimiento para después trasladarse a Jerez donde estudia en el colegio de San Juan Bautista regido por la Compañía de Jesús. A los 14 años inicia su carrera militar al ingresar en la Academia de Infantería de Toledo de donde, tras permanecer los tres años exigidos, es destinado primero al Regimiento de Infantería del Rey número 1 y más tarde al Batallón de Cazadores de Cataluña con el que participa en la sofocación de las revueltas republicanas y en las guerras carlistas. José María Casanova está presente con su batallón en diversas operaciones militares en Navarra y Cataluña, siéndole recompensados sus méritos en acciones de guerra con la Medalla de Alfonso XII con los pasadores de las batallas de Pamplona y Oria, reconocimiento que recibe en 1879, año en que contrae matrimonio con la almeriense Dolores Abellán y Casanova, hija de los marqueses de Almanzora.
A la muerte de la suegra del militar sanluqueño, Catalina Casanova y Navarro, para quien Alfonso XIII había creado el título de condesa de Algaida en 1887, don José María se convierte en conde consorte de Algaida al heredar su mujer aquella distinción nobiliaria.
A lo largo de su carrera en la milicia, de la que se retira con el grado de general de brigada y conferido con el honor de gentilhombre de cámara sin servicio que le otorga Alfonso XIII, Casanova y Palomino es condecorado con la Gran Cruz al Mérito Militar; con la Placa de 3ª clase al Mérito Militar, pensionada, por sus trabajos de Ciencias en la Junta Consultiva de Guerra de la que era vocal; y con la Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Frutos de su experiencia en el ejército fueron sus obras “Armas, defensas y organizaciones” (1894) y “La telúrica, las nacionalidades y la milicia” (1903).
Entre las grandes preocupaciones de José María de Casanova y Palomino estaban la triste deforestación que presentaba el paisaje español, la inmensa superficie improductiva del país y el atraso de las técnicas agrícolas que eran aplicadas en España. En su libro “Un año de gracia plena en la Hacienda de Pino Real” (1918), el conde de Algaida analiza los avances agropecuarios de su finca en la que ha introducido la maquinaria más moderna y un gran número de animales y de cuya racional explotación viven tanto su familia como las del centenar de trabajadores que tiene permanentemente contratados. En esta obra dice don José María que los 5 millones de hectáreas de superficie forestal existentes en España en 1918 deberían aumentarse hasta los 20 millones y que era necesario ampliar la superficie de regadíos desde los 1,2 millones de hectáreas con que se contaban entonces, hasta los 3 millones. En cuanto a las tierras improductivas que por aquellos años eran 25 millones de hectáreas -la mitad de la superficie total del país- dice que deberían disminuirse hasta los 10 millones. Estos eran los cálculos que manejaba el conde de Algaida, tan profundamente preocupado por el futuro agrario nacional, pensando en la forma de conseguir una “agricultura española para el mañana”.
Sobre la labor del conde de Algaida en su Hacienda de Pino Real, escribe su pariente murciano Joaquín Garrigues y Martínez, iniciador de la estirpe jurídica de los Garrigues, en el prólogo de aquel libro:
“Tu canto lleno de optimismo sano y vigoroso (como de 7.800 fanegas de cebada); tu invocación a los animales que elaboran en tu dilatadísima Hacienda de Pino Real, por hallarse tu personalidad agrícola a 1.000 codos de altura sobre la que alcanza el pino real que da sombra a la espléndida plazoleta; la técnica relación de la maquinaria que has adquirido; la grandiosa enumeración de los animales domésticos que la pueblan; tus corrales; el lujurioso gallo sultán con turbante rojo; el prolífico conejo; el tranquilo al par que vigilante ganso...”
El libro "Un año de gracia plena en la hacienda de Pino Real", escrito por el Conde de Algaida |
Por sus relevantes servicios prestados a la Agricultura nacional, Alfonso XIII concede a José María de Casanova la Gran Cruz de la Orden Civil del Mérito Agrícola el 14 de abril de 1914. Ya con anterioridad le había sido reconocida al conde de Algaida su labor con la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficiencia y la Gran Cruz de Isabel la Católica, entre otras importantes condecoraciones.
De la relación de Casanova y Palomino con su Sanlúcar natal sabemos que era una de las personalidades a las que el Ayuntamiento solicitaba trofeos al elaborarse los programas de carreras de caballos en la playa, llegándose a disputar algunas temporadas el “Premio Conde de Algaida”, lo que nos hace suponer que no serían raras sus visitas veraniegas.
José María de Casanova y Palomino fallece en Madrid en 1927 cuando está a punto cumplir 80 años de edad.