FRANCISCO PACHECO

¿EL LEONARDO ESPAÑOL?


© José Carlos García Rodríguez



Francisco Pacheco del Río



La figura de Francisco Pacheco del Río (Sanlúcar de Barrameda, 1564-Sevilla, 1644), va mucho más allá de su mera consideración como maestro y suegro del gran Diego Velázquez. Aparte de por su estimable pintura y por sus excelentes dibujos y retratos, Pacheco es reconocido por sus teorías sobre el arte que influyeron en tantos pintores del barroco y por una polifacética dedicación a actividades artísticas que llegarían a que el filósofo Fermín de Urmeneta encontrase en el pintor sanluqueño nada menos que a un “genuino Leonardo español”.


La figura del pintor Francisco Pacheco, al que Palomino calificara de “filósofo, docto, erudito, modesto, poeta, escritor y maestro de Velázquez”(1), ha sido tradicionalmente minusvalorada y, a veces, criticada con severidad por algunos tratadistas como Stirling, Madrazo o Sentenach. Sin embargo, Menéndez y Pelayo, siempre poco amigo del elogio, le dedica una gran atención y dice de Pacheco “que su concepto de arte en nada difiere del de los maestros italianos”(2). Más recientemente, Jonathan Brown y Priscila E. Müller, estudiosos de la vida y la obra del pintor sanluqueño, han dejado fuera de cualquier duda la enorme importancia que tuvo Pacheco en el mundo intelectual sevillano de su tiempo y su gran influencia en la pintura española del barroco.

Cristo servido por los Ángeles.
Francisco Pacheco, cuyo criterio como teórico del arte debió de gozar de un gran crédito, pertenecía al grupo de los pintores-poetas -del que también formaban parte Juan de Jáuregui y Pablo de Céspedes- quienes, “aunque sin llegar a ser unos consumados maestros del pincel, no ignoraban en absoluto el cómo y el por qué de su pintura”(3). Este grupo de pintores eruditos del que Pacheco fue figura fundamental, parecía tener como fin último la vieja idea de la interrelación entre literatura y pintura y su intento era el de hacer realidad la simbiosis entre los dos grandes dominios estéticos proclamados por el humanismo de las academias pictóricas del siglo XVI.

El tratado pictórico El Arte de la Pintura de Francisco
Pacheco.
El carácter polifacético de las actividades artísticas de Francisco Pacheco llevó al filósofo Fermín de Urmeneta, en un documentado e interesante ensayo, a creer encontrar un claro paralelismo entre nuestro pintor y el genial Leonardo Da Vinci. De Pacheco dice Urmenta, no sin razón, que era “poeta, pintor, esteticista, filósofo, tratadista de arte y preceptista de sus elaboraciones, teorizador sobre los condicionamientos teológicos del arte sacro y educador en lo teórico y en la práctica de nutridas promociones de nuevos artistas”(4). Entre las conclusiones de Urmeneta al analizar las obras de los dos artistas dice que, sin duda, fueron muchas las homologías -por las actividades coincidentes que desarrollaron durante sus vidas- entre Leonardo y Pacheco: Pacheco, autor del famoso libro El Arte de la Pintura, se nos muestra, al igual que Da Vinci con su Tratado de la Pintura, como teorizador sobre el arte; ambos nos legaron unos brillantes ejemplos de su inspiración como retratistas y los dos fueron escritores de una cierta altura literaria que nos han dejado diseminados una enormidad de aforismos estético-filosóficos y filosófico-pedagógicos.

Aunque pudiera parecer excesiva la definición de “genuino Leonardo español” que Fermín de Urmeneta, en su trabajo, dedica a Francisco Pacheco, lo cierto es que la personalidad de éste, durante tanto tiempo relegada a figurar en los tratados de arte como maestro -que no es poco- y suegro del gran Diego Velázquez, contadísimas veces llegó a ser considerada en su justo valor por el indudable interés de su enorme producción pictórica.

Inmaculada en la iglesia de San
Lorenzo de Sevilla.
Menos olvidada ha sido la faceta de Pacheco como teórico de la pintura. Y, en verdad, que su importancia como tratadista de arte llega, si no a oscurecer, sí a superar su fundamental condición de pintor. Su libro, ya citado, El Arte de la Pintura, en el que expone sus ideas sobre la actividad artística a la que dedicó su vida, es considerado en la historia de la teoría artística española, según Menéndez y Pelayo, como “el código de los pintores andaluces”(5).

El conocimiento de la obra de Francisco Pacheco es básico para una comprensión más completa de la pintura barroca española. No podemos olvidar que su prolongada vida -murió a la edad de 80 años, en 1644- transcurre a través de una buena parte de los siglos XVI y XVII, tan importantes en la historia de la pintura en España. Como tampoco hemos de olvidar que su Academia sevillana, animado centro de reunión y tertulia de la intelectualidad hispalense, le permitió una relación muy estrecha y continuada con las figuras más sobresalientes de las letras y de las artes andaluzas.

BIOGRAFÍA

Considerado tradicionalmente como natural de Sevilla, sería Francisco Rodríguez Marín quien, en su monumental obra sobre Pedro Espinosa, aporta un dato biográfico fundamental de Francisco Pacheco. Se trataba de la partida de bautismo del pintor encontrada en el Libro VIII de Bautismos, folio 82, de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de La O de Sanlúcar, por la que se despejaban las dudas de su nacimiento en nuestra ciudad. En dicha partida de nacimiento leemos: En lunes tres días del mes de Noviembre de mil quinientos y sesenta y cuatro años baptize yo alº. hijo de Juª Pérez y Leonor del Río su legítima muger fueron padrinos Pedro de flores e su muger Isabel de Custodio vecinos de esta ciudad, fecho tu supra.- alº. Rºz. Más tarde, en 1923, Rodríguez Marín publica una estupenda y completa biografía de Pacheco titulada Francisco Pacheco, maestro de Velázquez, transcripción literal de la conferencia dada por el polígrafo y cervantista de Osuna el año anterior en la Sala de Velázquez del Museo del Prado de Madrid.

Santa Catalina (Museo del Prado)
Santa Inés (Museo del Prado)

Nada se sabe de la infancia de Francisco Pacheco en su Sanlúcar natal. Con toda probabilidad, según nos dice Sancho Corbacho, fue en 1580 cuando el futuro pintor se traslada a Sevilla con ánimo de buscar alguna protección de su tío de igual nombre, quien es canónigo de la Catedral hispalense. Junto a su tío se inicia la trayectoria artística de Francisco Pacheco al entrar de aprendiz en el taller de Luis Fernández, un pintor de sargas al aguazo que, al parecer, era menos estimado como artista que como maestro. Junto a Fernández entraría Pacheco en el círculo de literatos y pintores que frecuentaban la Academia fundada por Juan de Mal Lara y que, por entonces, regentaba el tío canónigo. La introducción de Francisco Pacheco en esta Academia, que años más tarde regentaría él mismo, tendría una influencia fundamental en su pensamiento, en su formación artística e intelectual y en su actitud ante la vida.

El 17 de enero de 1594 tiene lugar la boda de Francisco Pacheco con María del Páramo Miranda en la iglesia de San Vicente de Sevilla. En 1610 el pintor tiene la oportunidad de visitar Madrid, El Escorial y Toledo donde conoce directamente las obras de los pintores más cercanos a la Corte de los Austrias y se relaciona con El Greco, quien habría de influir en la obra posterior del artista sanluqueño.

Fray Luis de León. Del Libro de Descripción de
Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables
Varones
El contrato de aprendizaje por el que un joven Diego Velázquez, de 12 años, “queda puesto a depender del arte de la pintura con Francisco Paheco” se firma el 27 de septiembre de 1611. La vinculación de Velázquez a su maestro será perpetua al casarse con su hija Juana Pacheco del Páramo, en 1618, cuando el genio contaba con apenas 19 años de edad. Otros artistas tan representativos de la pintura española del siglo XVII, como Alonso Cano y Zurbarán también serían durante algún tiempo discípulos sobresalientes de Pacheco.

Desde que Francisco Pacheco inicia su actividad pictórica en 1585, empieza a gozar, en competencia con Juan de Roelas, de un gran prestigio en la ciudad de Sevilla, contando con una clientela creciente que le encarga obras para iglesias y casas nobles, permitiéndole disfrutar de una holgada situación económica. El prestigio del pintor sanluqueño se iría afianzando con el paso de los años hasta que a partir de 1625, según afirma Enrique Valdivieso, se inicia su declive al aparecer en la escena artística sevillana otros pintores más evolucionados a un nuevo estilo como Zurbarán o Herrera el Viejo.

Pacheco fallece en Sevilla en 1644, a la edad de 80 años, recibiendo sepultura el 27 de noviembre en la iglesia de San Miguel.

OBRA

La escuela barroca sevillana, muy influenciada por el carácter eminentemente religioso que denotan todos los aspectos de la vida española del momento, arranca de los pintores Francisco Pacheco del Río y Juan de Roelas (1560-1625), quienes llegan a definir la etapa de transición entre el manierismo y el naturalismo. Las primeras obras de Pacheco son copias de otros artistas en las que se refleja el influjo manierista que tanto llegó a alabar el pintor y que le acompañaría en toda su considerable producción artística.

Aunque valorado como mejor dibujante que pintor, la dedicación de Francisco Pacheco al estudio y explicación de su concepto de la pintura que plasma en el libro El Arte de la Pintura, tuvo una enorme influencia en el mundo artístico de su época. Sus magistrales dotes como dibujante y retratista quedan patentes en el Libro de Descripción de Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables Varones, cuyo original se conserva en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid. Se trata de de una galería compuesta por sesenta y tres retratos de hombres ilustres que conformaban la vida intelectual sevillana de la Sevilla de Pacheco, ejecutados a lápiz y rojo sobre un fondo pardo a la aguada, con sus correspondientes elogios biográficos.

Sin duda, la formación de Pacheco en el manierismo de finales del siglo XVI, estilo que, como hemos apuntado, cultivaría a lo largo de su vida, se nos muestra en su pintura y en sus teorías sobre el arte. Es claro su apego, algo exagerado, a las normas establecidas que el pintor de Sanlúcar interpreta de una forma muy particular. Sin embargo, a lo largo de su extensa obra podemos observar una cierta superación de ese clasicismo hasta desembocar en un incipiente naturalismo barroco. De todas formas, con la muerte de Francisco Pacheco muere, en cierto modo, el ideal humanístico del arte.

José Carlos García Rodríguez


NOTAS:
  1. Antonio Palomino de Castro: El museo pictórico y escala óptica, tomo III, pp. 871-873.
  2. Historia de las ideas estéticas de España, tomo II, pp. 412-420.
  3. Julián Gállego: Visión y símbolos de la pintura española del Siglo de Oro, p. 19.
  4. Francisco Pacheco: glosas al genuino Leonardo Español.
  5. Historia de las ideas estéticas de España, tomo II, pp. 412-420.

BIBLIOGRAFÍA:
  • Asensio, José María de: Francisco Pacheco: sus obras artísticas y literarias, Sevilla, Imprenta de E. Rasco, 1886.
  • Barbadillo, Manuel: Pacheco, su tierra y su tiempo, Editorial Jerez Industrial, Jerez, 1863.
  • García Rodríguez, José Carlos: Francisco Pacheco, pintor, poeta y tratadista de arte, Los Cuatro Vientos, Los Palacios, 1990.
  • Urmeneta, Fermín de: Francisco Pacheco. Glosas al genuino Leonardo español, Archivo Hispalense, tomo XXIV, nº 75, Excma. Duiputación, Sevilla, 1956.
  • Valdivieso, Enrique: Francisco Pacheco, Caja San Fernando, Sevilla, 1990.



    PUBLICADO EN REVISTA CIRQULO
    Nº 8  Mayo-Junio de 2015