MANUEL BARBADILLO

LITERATURA Y MANZANILLA


© José Carlos García Rodríguez


Manuel Barbadillo Rodríguez


Manuel Barbadillo Rodríguez (1891–1986), es una de las más brillantes personalidades sanluqueñas del pasado siglo. Su prolongada y fecunda vida nos legó una extensísima obra literaria que abarca los más diversos campos, erigiéndose en destacado polígrafo y, fundamentalmente, en poeta de gran altura. Junto a su actividad escritora, tan prolífica, don Manuel regentó la presidencia de la bodega familiar a la que logró situar en la élite de las empresas bodegueras del marco de Jerez.

Dos pasiones conformaron la existencia de Manuel Barbadillo. Por una parte, su condición de bodeguero, heredada de sus padres, Antonio Barbadillo Ambrosy y Caridad Rodríguez Terán, ambos pertenecientes a antiguas familias dedicadas al negocio del vino durante generaciones. Por otra, su amor a la literatura. A ambas pasiones dedicó don Manuel su larga vida con una lucidez que conservó hasta sus últimos días.

Nacido el 29 de septiembre de 1891, Manuel Barbadillo, el mayor de cinco hermanos, hubo de hacerse cargo de la empresa familiar después de cursar estudios de Derecho, circunstancia que le obligó a permanecer en Sanlúcar. "Acaso -dice el profesor José Jurado Morales- esa atadura profesional no le permitió una mayor expansión literaria, moverse con libertad por Sevilla o por Madrid”. Pero esta ausencia física no le impediría a don Manuel mantener a lo largo de su vida un permanente contacto postal con los grandes escritores y poetas de su tiempo.

Recreación del despacho de Manuel Barbadillo en el Museo Barbadillo de
la Manzanilla.
Rincón de sol, el primer libro de poemas de Manuel Barbadillo, sale a la luz en la primavera de 1936, editado por Plutarco, la editorial madrileña donde publicaban autores de la categoría de Rafael Alberti o Menéndez Pidal. Manuel Machado prologa este libro del escritor sanluqueño con un poema que comienza: “Tus versos, Barbadillo/son juncos de ribera,/cañas: de manzanilla/-en el fondo una almendra-/o simplemente, cañas/verdes, sonoras, trémulas.../Caramillos del río/ y flautas de la tierra”. El epílogo de esta primera obra poética de don Manuel lo escribe el rapsoda malagueño José González Marín, quien fuera gran amigo de García Lorca. A Rincón de sol seguiría Geranios (1940), con prólogo de José Carlos de Luna. De estos primeros libros de Barbadillo escribe Montero Galvache: 

"Ya en aquel delicioso verso


Capote de añil del cielo,
ceñido al pueblo morisco
con volantes de olivares,
de majuelos y cortijos.
¡Ábrete al aire, que viene
la cuadrilla de los niños!

que el poeta clavó, como una bandera definida, en el campo de su primera obra -Rincón de sol-, su poesía ha ido cruzando a través del aire, la luz, el paisaje y la gracia de ese maravilloso Sanlúcar, ribereño, costero, privilegio de desembocadura del más poético y universal de nuestros ríos, donde todo es puro color, pura resonancia, gracioso decir. De esa sencillez profundamente difícil y única, de ese abierto y luminoso mar del viejo Sanlúcar adorable, ha extraído Manuel Barbadillo la fuerza andaluza de sus versos rotundos, terminados, expresivos y finos:

Acacias de la ribera,
adelfas blancas del río...

Más adelante:

Tarde caliente de toros,
de tragedias y suplicios.
¡La sombra antigua de Roma
está bailando en tu circo!

Y en su libro Geranios:

Ni un alma en la calle había.
Sólo mi alma y la noche.

Y así, con esta pureza y naturalidad -virtudes que definen la poesía bien vivida y orientada dentro de ese mundo interno y recolerto del poeta-, el paisaje vibra en las manos de Barbadillo como un ascua, como una voz, como una sangre que no ha perdido pulso ni alegría.”

A estas primera obras seguirían otros libros de poemas, entre ellos Flor y cal (1945), Calesas y bergantines (1948), Jarcias y yuntas (1950)..., hasta una treintena de títulos que conforman la producción poética de Barbadillo, “despegada del sensual y sonoro modernismo rubeniano para hacerse más popular, de buen y sentido tono”, como en su día dijera Juan de Dios Ruiz-Copete. Toda una inmensa obra que hoy se reivindica como fundamental dentro de la poesía andaluza del pasado siglo.

La narrativa de venerable patriarca de la literatura gaditana del siglo XX -La sombra iluminada (1950), La ciudad sepultada (1961), El puente roto (1964), La baraja (1971), La fuga del perro (1976)..., sencillamente estructurada, comparte, junto a José María Pemán y los hermanos de Las Cuevas, una voluntaria marginación con respecto a las nuevas corrientes novelísticas surgidas en la posguerra española. El fin último de la prosa de Manuel Barbadillo parecía encontrarse en la descripción de los aspectos más amables de la existencia humana; lo que algunos críticos han llegado a definir como “narrativa aristocrática” en la que las relaciones sociales, con su carencia de problemas, responden a una idealización nostálgica.

Muy bien se desenvolvió la incansable pluma de Manuel Barbadillo en la descripción del tono costumbrista recogida en sus relatos anecdóticos. En ellos, el escritor sanluqueño llega a alcanzar cotas de genialidad y de auténtica maestría en el muy difícil arte de la literatura humorística. Su serie de cuadros aparecidos bajo el título genérico de Andalucía alegre, escritos durante casi veinticinco años, a partir de 1957, y editados en quince volúmenes, es una especie de museo de personajes -entre auténticos e imaginados- rebosantes de ese gracejo y frescura bajoandaluza que definen toda la vida y la obra del prolífico escritor.

Barbadillo y Sanlúcar

Hablar de Barbadillo supone referirnos a Sanlúcar de forma obligada. La ciudad que le vió nacer y morir fue una constante en su obra. Hasta tal punto fue así que su producción literaria y lo sanluqueño son indisociables. Los libros dedicados a sus paisanos más ilustres -Pacheco, su tierra y su tiempo (1963), Luis de Eguílaz (1964), Ángel María Cortellini (1983)-; a personajes muy vinculados con la historia de Sanlúcar -El duque de Montpensier y la política de su tiempo (1977), Manuel Godoy (1979)-; a los vinos de la tierra -El vino de la alegría (1952), Otra vez la manzanilla (1975), Alrededor del vino de Jerez (1975)-; a la historia local -Escombros (1956), Añoranzas sanluqueñas (1981)-; y sus innumerables poemas y artículos periodísticos que tienen como destinatario a la ciudad, nos muestran la presencia constante y el amor profesado por el escritor a Sanlúcar de Barrameda. 

Barbadillo, desde su casa situada en la calle Sevilla, sería espectador de excepción de los dramáticos acontecimientos que tuvieron lugar en los primeros meses de la Guerra Civil. Con el alma obrecogida pudo observar desde su domicilio el trasiego de presos desde el Castillo de Santiago hasta su destino fatal ante los pelotones de ejecución. El escritor plasmaría aquella tragedia en un diario íntimo que serviría a Domínguez Lobato para su libro Cien capítulos de retaguardia antes de ser editado como obra póstuma, en 2001, con el título de Excidio.

A Manuel Barbadillo le debe Sanlúcar la fundación del Ateneo, motor de la vida cultural de la ciudad junto al Círculo de Artesanos durante muchos años, y la institución de las Fiestas de Exaltación al Río Guadalquivir. Y la ciudad le correspondería con el nombramiento de hijo predilecto y con la Medalla de Oro de Sanlúcar concedida en 1981 con ocasión de su noventa cumpleaños en un acto en el que nuestro Círculo de Artesanos le entregó un pergamino que lo acreditaba como socio de honor. Más recientemente sería erigido un busto del escritor y poeta en la explanada del Castillo de Santiago, justo al lado del corazón de la empresa bodeguera que él logró engrandecer hasta situarla como indiscutible primera firma elaboradora de manzanilla a cuya recuperación en los mercados tanto contribuyó. Como académico perteneció a las de San Dionisio de Jerez, Buenas Letras de Sevilla, Hispanoamericana de Cádiz, de Ciencias Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, San Romualdo de San Fernando y San Telmo de Málaga

La amabilidad y la gracia que rezuman los escritos de Barbadillo eran una prolongación de su peculiar y humana forma de ser. De eso supieron mucho los escritores que iniciaban su ilusión literaria en la década de los cincuenta. Caballero Bonald, los hermanos Jesús y José de Las Cuevas, Fernando Quiñones y tantos otros gozaron de las generosas lecciones que Barbadillo improvisaba en su despacho de la Casa de la Cilla a la que el escritor acudía diariamente al alba, o en animados paseos frente a la desembocadura del Guadalquivir el río tan presente en sus libros. Porque escuchar a Manuel Barbadillo era oír la voz de la sabiduría de este hombre menudo, contemplativo, incansable trabajador y siempre joven hasta su muerte el 28 de mayo de 1986 a la avanzada edad de noventa y cuatro años. Nos queda su enorme obra.

José Carlos García Rodríguez


BIBLIOGRAFÍA:

-ASQUERINO, Julio: Manuel Barbadillo, principio y fin de un poeta, Imp. Santa Teresa, Sanlúcar de Barrameda, 1991.

-GARCÍA RODRÍGUEZ, José Carlos: Manuel Barbadillo, un centenario olvidado, ABC, Sevilla, 7 de diciembre de 1991, p. 34.

-JURADO MORALES, José: Manuel Barbadillo. Selección poética, Servicio de Publicaciones Universidad de Cádiz, Cádiz, 2003.

-MONTERO GALVACHE, Francisco: La poesía de Manuel Barbadillo, ABC, Sevilla, 24 de octubre de 1943, p. 3.




PUBLICADO EN REVISTA CIRQULO
Nº 9  Julio-Agosto de 2015